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viernes, 3 de agosto de 2018

"El perfume de la tempestad"

Un relámpago partió el cielo.
Y empezó la lluvia no era una lluvia común era una lluvia brutal.
Empezó de ese relámpago y siguió con truenos, arreció la lluvia y brutales ráfagas de viento.
La tempestad se había desatado fuera del departamento de Meira pero la tempestad dentro de ella hacía tiempo venía azotando las ventanas, las puertas y los mismos ejes de su corazón.
Máquina perfecta cuya felicidad parecía para su dueña ser contada con milímetros.
Hacía tiempo se había desengañado del ser humano, del hombre y de aquel hombre en especial.
Lo veía en cada gota de lluvia que se golpeaba en el cristal de la ventana.
Era imposible no recordarlo cuando llovía.
Ni Meira sabía el por qué pero así era; el ruido, el olor, la humedad en sí le recuerdan a aquel hombre y ella se siente cada vez más sola.
-El tiempo no vuelve.-
Dice en voz baja acariciando siguiendo con el dedo índice el recorrido de una gota de lluvia-No, no vuelve el tiempo y...-
 No quiere terminar la oración; el solo haberla pensado la hizo estremecerse hasta lo más privado de su mente y su cuerpo.
Máquina exquisita que tiembla  y casi se destroza cuya dueña empieza a declinar en su fe.
Máquina deslumbrante que recorre un escalofrío y su dueña empieza a sentir el frío de si misma.
La tempestad esta al clímax tanto fuera como dentro de Meira.
Y ella ahí sola parada, apoyada la cabeza contra el vidrio mirando las gotas...
Otro relámpago encendió el cielo.
Tan fuerte como el del principio.
Y luego la lluvia ceso y se hizo un silencio.
De repente todo se volvió silencio.
Y el mundo se volvió un lugar oscuro e inhóspito.
Y ella llora en silencio pensando en que pronto será una sombra.
Espera una señal que la salve.
Otra máquina que la rescate de esta tempestad.
¿Habría alguna que pudiera cumplir tan extraordinaria misión?
Se miró desde los pies hasta la cintura.
Los zapatos de taco alto negros de cuero, las medias traslucidas, el ruedo del vestido rojo de satén y la caída  de la pollera del vestido...
-La fe se pierde, el estilo se compra y se logra pero ¿hasta cuando?-
Dijo en voz lacrimosa.
Camino un par de pasos hacía atrás para ver su reflejo completo en el cristal bañado en lluvia.
El cabello negro recogido a lo alto con varios broches.
El cutis pálido por naturaleza y suave como su nombre maquillado con colores entre lo rosado y el bordo para combinar con la ropa.
Los aros de plata largos en forma de cascada que con el meneo de su cabeza rozaban su cuello el mismo cuello que aquel hombre había besado miles de veces.
Los breteles del vestido cruzados atrás y delante dejando un bello escote en V que mostraba el pequeño lunar escondido entre el nacimiento de su busto.
El satén terso se ajustaba maravillosamente hasta la cintura luego caía sin más hasta casi rozar sus pies.
Las medias eran de porta ligas y le causaban una sensación de lo más seductora.
Era raro hoy no tenía puesto un collar, ni un anillo, ni sus pulseras solo su reloj...
Haciendo memoria recordó que el evento era corto y que había estado durante todo el día en una tornado de sentimientos.
Maquina sensual que ahora su dueña admiraba y temía.
Empezó por los zapatos se los quito y los arrojo en su caja, siguió con el vestido al que miro y olió solo era su perfume pero algo se cruzo por su mente y sintió una fogosidad en lo más profundo de su sexo.
Maquina erótica que hace gemir y llorar a su dueña y ya extraña como todas las anteriores "maquinas" el contacto con aquella otra máquina.
(Entiéndase por máquina a engranajes de una sola máquina EL CUERPO DE MEIRA.)
El olor de su perfume la intoxicaba de placer y amargura.
Era el vicio que fue aquel hombre.
Siempre lejos, siempre cerca ¿y ahora donde?.
Oculto en algún rincón del mundo haciendo ¿que?.
Camino hasta su habitación y abrió el placard para colgar su vestido y guardar sus zapatos.
Fue un hecho automático estaba acostumbrada a ser ordenada.
Pero al querer retirarse de nuevo al living sus ojos se posaron en la cama y las letras de su acolchado solo formaban el nombre aquel que ella trataba de no decir pero gritaba para sus adentros.
Parpadeo varias veces y salió; ya en el living un olor dulce demasiado para ser su perfume inundo sus fosas nasales.
Era dulce en extremo y no sabía de donde venía la fuente de aquel aroma.
La buscaba pero no la hallaba.
Se tendió en ropa interior con los ojos bañados en lágrimas en un almohadón que tiro al piso y miro los retos de la tempestad...
Estuvo allí por horas nada había en el mundo que la sacara de aquella tempestad de recuerdos.
Los besos íntimos,leves,apenas rozados,deliciosos,debajo del ombligo,en los labios, en toda ella.
Las caricias brutales,adictivas,suaves,exóticas en todo su cuerpo.
Todo él.
Todos sus gustos por ella.
Giro su cabeza y los aros le incomodaron no quería otro dolor más que el de su vida por ello fueron brutalmente arrojados lejos de sus orejas.
El viento reanudo su tarea limpiadora y se hizo más potente Meira lo oía y era su corazón llamando a Lester.
Bañada en lágrimas y respirando aún aquel dulce perfume el viento no lograba disiparlo siquiera.
Sus sentimientos eran de dolor extremo por momentos luego una ráfaga de aquel perfume los transformaba en recuerdos dulces momentos del pasado con Lester.
Eran cada vez más vividos más reales se tornaban.
Máquina experta que para la dueña era una caja del más puro cristal de roca donde guardaba todo.
TODO.
Inclusive los sentimientos hacía Lester por semanas,meses,años ...No; nunca tanto.
El tiempo había transcurrido pero Lester seguía en ella.
Era como ese perfume no sabía de donde venia pero ahí estaba casi tangible.
Se tornaba hermoso y molesto.
Meira ya sentía que las lágrimas se le habían agotado cuando recordó a los demás: cada uno tan distinto al otro pero todos tenían algo más que ella en común con Lester alguna mirada,un gesto,un rasgo,una frase,una pasión...
Los extraño a todos.
Y se dio cuenta lo baja de defensas que Lester la dejaba cada vez que se iba.
Lo odio y se odio a si misma por eso.
-Todo pasa-
Dijo en voz alta por primera vez desde que había llegado a su casa, había estado mascullando frases y el nombre de su amante pero no había hablado tan claro como ahora.
El olor, el perfume ahora sabía de donde venía estaba a su lado mirándola semi desnuda diciéndole:
-Ya volveré siempre vuelvo-.

Era casi tangible la forma de Lester mirándola acostado a su lado.
Meira trato de tocarlo de sentirlo cuando un ruido estruendoso partió de nuevo la madrugada era una sierra eléctrica muy potente afuera un árbol que por la tempestad había sufrido un gran daño estaba siendo cortado.
Meira se puso de pie y fue hasta la ventana reconoció el árbol era el que estaba próximo a la ventana de su habitación y lo estaban podando para que no se cayera y convirtiera en tragedia.
Pero ese árbol no era un simple árbol :era aquel que Lester solía mirar después de hacer el amor en su cama.
Jamás había Meira sentido una fragancia de aquel árbol ahora la había ¿emitido?.
¿Era realmente esa la razón del perfume?
La pregunta rondo por su cabeza hasta que los trabajadores se fueron.
El árbol volvería a ser el que fue en un año a más tardar no lo habían tenido que podar todo solo algunas ramas y eso lo hacía parecer más débil.
Le gusto el nuevo aspecto bajó la persiana y se fue a su dormitorio.
Al acostarse rogó al árbol como si fuera el verdadero Lester:
-Ven a mi.
Regresa con el perfume de la tempestad-
Antes de la próxima lluvia-.
Se durmió al instante con el subconsciente más calmado.
Máquina tenaz que su dueña usaba en demasía.
O eso creyó ya que al otro día al pasar bajo el árbol una hoja cayó a los pies de Meira y ella la levanto la olio y era el mismo aroma dulce en exceso para su gusto.
Y no pudo más que desear a Lester para siempre a su lado.
Lester y ella era el verdadero perfume de la tempestad.
Eran dos máquinas perfectamente imperfectas que juntas construían y destruían todo.


















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