Buscar este blog

Translate

domingo, 9 de noviembre de 2025

"Cazador de almas literarias "

Lorenzo es un hombre que ha crecido entre libros y así se ha educado.
Hoy profesor de letras retirado.
Es de esos mal llamados “bichos raros” que van leyendo en el colectivo.
No le importa leer en pdf o en papel mientras esté bien narrado con las palabras justas, una prosa muy fluida y corta en metáforas; Lorenzo se da por conforme.
A pesar de no ser conformista —y mucho menos en ese ámbito—, suele ser bastante crítico: antes de criticar lee dos veces y luego pobre de ti si eres el autor.
Trabajó de crítico literario un tiempo, pero era agotador tener que dar las notas todo el tiempo; algunos merecían otra oportunidad, pero la editorial lo quería implacable.
Y lo fue hasta que dejó de serlo. Era tarde: ya se había ganado el título de “Cazador de almas literarias” en la comunidad. Con eso a cuestas dejó todo y se dedicó a leer y buscar joyas entre libros usados en las librerías de todo el país.
Conseguir primeras ediciones o traducciones de autores extranjeros por autores argentinos era su deleite.
Un día entró a una librería como siempre lo hacía y compró una oferta de 3x2 en libros usados.
Entre ellos había un clásico de Antón Chéjov con una tierna dedicatoria de unas nietas a su abuela, La Galatea de Miguel de Cervantes y otro de poemas de Juan Gelman; todos tenían ese olor a libro viejo que tanto bien le hacía al alma a Lorenzo.
Era un pasatiempo costoso a veces, pero era tan satisfactorio que se había vuelto un vicio; su casa tenía una biblioteca llena a la cual ya había que expandir hacía mucho tiempo. Con las estanterías por armar se sintió levemente frustrado, mas tomó sus herramientas y puso manos a la obra.
Terminada la jornada se sentía cansado para leer, así que separó el libro de Chéjov para su librero especial —guardaba aparte los usados con dedicatorias, porque si a él no le hubieran regalado de niño un precioso libro de fábulas hoy no sería el hombre que era— y puso los demás en su vitrina de usados.
Quedaba uno.
Un volumen delgado, encuadernado en cuero gastado, sin título ni en la tapa.
Lo abrió sobre la mesa de la cocina, entre migas de pan y una taza de té frío.
Las páginas estaban en blanco.
Todas.
Casi doscientas hojas de papel verjurado, sin una sola marca.
Lorenzo pasó el dedo por el borde: nada.
Apretó el libro contra la luz: ni sombra de tinta.
Lo olió. Olía a papel nuevo, no a viejo.
Cerró la tapa.
La abrió otra vez.
Blanco.
Dejó el libro abierto y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, el libro ya no estaba en blanco.
Toda su vida estaba escrita allí, pero no era la suya.
Desde la primera página: Lorenzo tenía siete años y su abuela le regalaba el libro de fábulas, pero la abuela era otra, en otra ciudad, en otro año.
A los doce leía en el colectivo, pero el colectivo era otro, la calle era otra, la ciudad era otra. Entraba a la facultad con beca, pero la carrera era distinta, los compañeros eran otros. Publicaba su primera crítica, pero en otra revista, con otro nombre. La editorial lo hostigaba, pero él resistía y fundaba su propia editorial chica.
La biblioteca crecía, pero no en esa casa: era una librería propia, abierta al público y café.
Todo era distinto.
Hasta la oferta 3x2: la compraba, pero era él quien atendía detrás del mostrador.
La última línea decía: “Esta es la vida que podrías haber tenido si hubieras escrito en vez de solo leer. Si te hubieses revelado”
Lorenzo cerró el libro.
Lo abrió otra vez.
La historia seguía: Lorenzo abriendo su librería a las nueve de la mañana, recibiendo a los primeros clientes.
Dando talleres de escritura los jueves.
Publicando antologías con autores jóvenes.
Viajando a ferias del libro, no a cazar joyas, sino a presentar las suyas.
Todo con libros.
Los mismos libros, pero ahora eran suyos: editados, firmados, compartidos.
Cerró el libro.
Lo abrió.
En la última hoja, en blanco, apareció una sola frase: “Si querés esta vida aceptá"
Lorenzo tomó un bolígrafo y cuestionó
¿Quién eres?
El libro respondió:
Tu apodo.
Lorenzo hizo memoria, asintió con la cabeza y volvió a mirar el libro.
¿Sería diabólico?
¿Sería su imaginación?
Y su mente se llenó de serías... hasta que con mano temblorosa tomó la lapicera y
escribió una palabra: “Acepto.”
El libro se cerró solo.
Cuando lo abrió de nuevo, la primera página había cambiado.
Ahora empezaba: “Lorenzo es un hombre que siempre amó los libros y los gozó, pero un día decidió que también los escribiera.”
Y así, sin abandonar un solo volumen, su pasado se reescribió.
La biblioteca siguió llena.
Los libros usados siguieron llegando.
Pero ahora él era el autor, el editor, el librero.
Y el libro en blanco se convirtió en su primer manuscrito publicado.


Un libro cualquier libro amable lector te puede cambiar la vida.
No tan radicalmente como este "Cazador de almas literarias" pero puede.

"Cazador de almas literarias "

Lorenzo es un hombre que ha crecido entre libros y así se ha educado. Hoy profesor de letras retirado. Es de esos mal llamados “bichos raros...