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viernes, 19 de septiembre de 2025

"La tía de los malos regalos"

Gisela es la tía política de una gran familia. Es pareja de Nicolás, el menor de siete hermanos, cinco de los cuales se casaron y tuvieron hijos. Su suegra  con la cuál  se lleva bastante bien . Al principio, Gisela, que venía de una familia pequeña —solo ella, su hermano y sus padres—, se sintió feliz de ser aceptada en este numeroso clan. Pero pronto llegaron los cumpleaños, el Día del Niño, la Navidad... y con ellos, los primos. Fue entonces cuando Gisela descubrió que regalarle algo a cada uno era muy costoso. Gisela era extremadamente tacaña, y comprar esos juguetes le dolía en el alma. Su dinero era para ella, para sus gustos, y nadie más. Gastar en regalos para otros era una tortura, como si miles de agujas pincharan su corazón y su tacañería. Trabajaba para complacerse a sí misma, no para satisfacer a un montón de gente que, aunque quería, no merecía tanto amor material. Sin embargo, no regalar nada, especialmente a los niños, la haría quedar mal. El cariño que le tenían se desvanecería, y los chismes no tardarían en llegar. No había escapatoria: la familia política estaba rompiendo la cadena de su bolsillo. Decidió seguir comprando regalos, pero de menor precio. Un día, mientras pensaba dolorosamente en ello, tropezó y cayó de cara al asfalto. Al levantarse, se agarró de un barandal frente a una casa abandonada. La curiosidad la venció y, sin ninguna precaución, entró a explorar. Nunca le contó a nadie sobre esta excursión. El siguiente regalo que dio fue un oso de peluche recién lavado, pero sin una oreja, para una niña, presentado en una bolsa de marca. A su cuñado le regaló una blusa de mujer entallada, aunque él era varonil y musculoso. A su suegra le llenó los oídos con promesas de darle lo que siempre había querido, pero terminó llevándole unos borcegos desgastados y de un talle más pequeño. Así continuó: prometía cosas hermosas, pero entregaba regalos usados, viejos y pasados de moda, aunque siempre en bolsas de marca. Las cuñadas empezaron a reírse cuando llegaba, y los niños, con menos malicia, también. A una cuñada le regaló dos candelabros que, según ella, eran de plata, aunque estaban tan percudidos que era difícil creerlo. A una de las niñas mayores le dio un cuadro que se desarmó al colgarlo. 
Pronto, nadie esperaba sus regalos; de hecho, preferían no recibir nada.
 Las teorías en la familia eran variadas: algunos decían que compraba en tiendas de segunda mano, otros que buscaba en basureros o incluso que robaba de alguna caridad.
 Ninguna de estas teorías era cierta. la casa abandonada que Gisela descubrió años atrás se convirtió en su "shopping personal". Todo estaba cubierto de polvo: las camas, el piso, algunas telarañas... pero fantasmas no había. Lo que sí había eran cosas: ropa, cuadros, libros,juguetes, sábanas, pequeños muebles, decoraciones de vidrio, zapatos de dama y de niños, todo usado. Gisela tomó lo que le pareció útil y lo guardó en un armario en el sótano de su casa. 
"¡Gracias, Dios de los tacaños!", pensó.
 De ahí saca los regalos para toda su familia mientras seguía comprando cosas para sí misma. 
La familia sigue sin querer sus regalos y sin saber de dónde los saca la muy tacaña.

"Cazador de almas literarias "

Lorenzo es un hombre que ha crecido entre libros y así se ha educado. Hoy profesor de letras retirado. Es de esos mal llamados “bichos raros...