Hay un momento donde toda mujer mira a su adentro y se encuentra desarmada, rota.
Hecha añicos mejor escrito,varios son los momentos y con cada vez se aprende a acomodarse las piezas y prepararse para la sanación.
El "desorden" no es solo sentimental es en toda una.
Por más que finjamos de todas las maneras posibles tenemos una grieta por donde se nos escurre una lágrima o un grito de ira.
A veces las dos cosas.
Sin importar el orden ya que aquí como en las sumas el orden no altera el resultado.
Luego de haber pasado yo un año quemándome la cabeza y el corazón por mil motivos diferentes.
Me miré y ya sin esperanzas en nada ni nadie y supe que había que juntar los pedazos y volver a pegarlos y rogar porque no quedará ninguna herida.
Y las que siempre están ahí latentes a punto de colapsar nuestro cuerpo tenerlas bien cuidadas y bajo medicación...por así describirlo.
Para seguir con los eufemismos comencé a ordenar mi casa.
Poner en orden todo.
Mi cabeza.
Mis expectativas.
Mis sentimientos.
Mis prioridades.
Todo.
Y sepultar cualquier cosa que me interrumpiera en este proceso de sanación y orden.
Ordené mi cuerpo y mi alma ,tarde,requerí de ayuda y poca obtuve (tan acostumbrada estoy a hacer todo sola que la ayuda siempre es mínima pero no por eso menos valiosa en mi corazón)rompí lazos,abrí mi mente,sujete lo más valioso contra mi corazón agradecida por tenerlo,jugué a perder y perdí para librarme sin culpa ni disculpas,me acerque a gente nueva,probe actividades etc...
Luego de varios meses de interna lucha entre mi cerebro y mi corazón.
Gané mi paz.
La casa estaba en orden.
Había limpiado todo y sanado.
Se diría que por fin lo había logrado;que hasta tenía un aspecto nuevo "la casa".
Había pulido "muebles".
Desechado "adornos".
Escondido y/o guardados" joyas".
Había lustrado el piso,colgado la lámpara de cristal en el salón,había sacado de sus gabinetes los libros y los había repasado y vuelto a guardar,limpie la cristalería con sumo cuidado y la volví a poner en la repisa del modular.
Ordenado la ropa comprado alguna nueva y regalando la demasiado antigua.
Lo mismo con el maquillaje.
Había preparado mi cama con sábanas nuevas y llenado la heladera.
Todo en la casa estaba en orden hasta el baño tenía un desodorante nuevo con fragancia a menta.
Así que viendo que lo único que no encaja en esa perfecta belleza era yo por fuera (por dentro estaba en la última etapa de sanación) me dirigí firme pero seguro a la peluquería donde me dedique a elegir colores para mis uñas y mi cabello.
Luego de esa excursión tan agradable volví a mi casa.
Revitalizada.
Y mire a mi alrededor
¡La casa estaba en orden!
La lámpara brillaba, las copas de cristal centellaban luces como pidiendo ser tomados llenadas con alguna bebida espirituosa.
Todo era bello a mis ojos estaba extasiada y hacía planes a futuro de qué comprar, qué hacer etc...
Era la calma de la belleza.
La extrañaba.
La necesitaba.
Y ahora por fin podía disfrutarla.
Era una sensación extraña pero por demás agradable a mis sentidos cuando sentí un detalle; una sombra se acercaba.
Un amor de mi pasado.
Amor por llamarlo de algún modo.
Era mi "bombón".
Dio hizo unas cuantas señas llamándome la atención.
Pero con la mente y corazón ordenados lo dejé pasar como otras veces.
Fue despacio primero luego se sintió como un tren para terminar en un terremoto.
No había opción alguna debía sacarme ese peso del alma tan oculto estaba que casi lo había olvidado.
Sin embargo no podía tener ese orden.
Él se interpuso.
No me dejó.
Yo admiraba "mis joyas" sin casi ningún efecto más que alegría de haberlas poseído y lúcido.
Pero "al bombón" no esperaba más que el acercamiento¡ no esperaba la reacción en cadena de sus palabras!.
¡Y mi respuesta!.
Fue ahí que la sacudida hizo caer la cristalería y hacerse escombros en el piso.
Y la lámpara se incrusto en mi piel cortando por partes y dejando astillas de cristales.
Había escondido a dioses temerarios,me había burlado de ellos y los había descartado.
Los había estado observando en sus cambios y pérdidas de poderes.
Pero allí estaba.
Derrocada de un altar que yo misma me había levantado para mi gusto y mero placer.
Ensangrentada y llorando.
Con una respuesta que había tardado más de dos años en llegar.
Y no era la que en ningún momento quise.
Ni ahora.
Fue una opresión tal en mi pecho que todo temblo.
Y los cristales se incrustaron en mis manos recién esmaltadas.
Fue un terremoto en mi.
Nunca imaginé una precaución para este desastre.
Volvía a estar hecha trizas, la belleza se la había llevado el terremoto con las lágrimas y solo dos palabras que tendría que haberme callado.
Así nada más todo es un caos de nuevo...
Quizás de esta manera aprenda que a los "bombones" hay que temerles tanto como a los terremotos porque son igual o peores en su poder de destrucción.
Y ahora deberé juntar otra vez mis pedazos...otra herida que esconder,otra belleza que se evapora.
Otra calma que se lleva el caos...
Iré si tengo que ir a la guerra pero luchar con un terremoto estando en medio del sismo es imposible.
Ahora lo sé.
Como sé que la dulzura empalaga y corroe ...
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