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martes, 18 de noviembre de 2025

"Gran ego "

Dicen que Dios le da las batallas más duras a sus mejores guerreros.
Basándonos en esto, Tamara es una gran guerrera de la vida y casi casi ya estaría por sobrevivir a un apocalipsis.
Su vida no ha sido fácil, pero tampoco tan extrema.
Solo ha pasado, como muchos, por un tiempo difícil y ahora quiere paz para sanar las cicatrices y descansar.
La guerra ha terminado. Punto final.
Quiere ondear la bandera blanca de la paz y reposar su mente en los juegos más locos y divertidos que encuentre.
Desea reír, gozar de las cosas simples de la vida.
Por ello es franca y eso no es bien comprendido por Tomás.
Tomás tiene un ego enorme y dice amarla sabiendo que no es correspondido. A su vez, Tomás ama ciertas no tan damas que se pavonean voluptuosas...
Es simple y llanamente un acto de ego masculino.
Tamara es un capricho.
Aunque ella sea cordial al negarse a querer tener algo con él, él se victimiza, la hace quedar como la villana de la historia y eso le alimenta el ego.
Tamara recibe mensajes malignos y hasta insultos por aquellas que no saben la verdad.
Tomás se comporta como si viviese en una novela turca.
Porque si hay algo que no tiene piernas y corre rápido es el chisme.
Y al verlo así humillado públicamente, las féminas se compadecen de él y... ¿no son tontos, cierto?
Tamara tiene otra guerra privada y nada santa que librar y es tan obsoleta hacerlo que solo desea hacer desaparecer la boca de Tomás.
Se comporta como un niño y consigue irritarla.
Ya que lo siente fatalmente falso y es así.
Tan grande es el ego de Tomás que cree que puede con todo y todos y sobre todo con todas.
El ego puede pervertir al mejor hombre. Tomás no lo es, obviamente.
El ego de Tomás no cabe en una habitación: se desborda por la puerta, se refleja en cada espejo que él mismo pule.
Cuenta anécdotas donde siempre gana, siempre brilla, siempre es el centro.
Siempre sabe las claves para todo y más para la IA tan de moda estos días.
Las cripto monedas donde dice ser rey.
Los consejos que da,la fama que se hace.
En su cabeza, las mujeres son trofeos que se alinean solas;
Tamara, la que se niega, es el trofeo que “aún no entiende”.
Se cree irresistible, invencible, indispensable.
Habla de “conquista” como si fuera guerra de verdad, y de “rechazo” como si fuera traición imperial.
Cada “no” lo infla más: “Es que no me conocen”.
Cada silencio lo justifica: “Están celosas”.
Y ese ego lo arrastra al borde.
Una noche, envalentonado por los “pobrecito” que aún le quedan, decide apostar todo:
se presenta en la casa de una de las damas que lo adulan, promete lo que no tiene, miente sobre Tamara para sentirse deseado.
Pero ella, harta de sus cuentos, lo confronta con la verdad que él mismo sabe:Él no es nada de lo que dice.
La discusión sube de tono, la puerta se cierra de golpe.
Al día siguiente, la historia corre de boca en boca: la dama cuenta todo en la cafetería, en el gimnasio, en la oficina y llega a todos los que debían enterarse y los que ignoraban de su existir.
Su nombre se vuelve chiste en las reuniones, burla en los pasillos.
Las invitaciones se evaporan, las sonrisas se congelan.
Ya no hay un "pobrecito" ni un ganador, solo un perdedor.
Y enorme como todo lo que siempre quiso ser: IMPORTANTE.
Ahora es importante porque es un fraude.
El ego que lo empujó a querer ser rey lo deja mendigando migajas de respeto y denunciando abusos.
Tomás cae solo, sin corona, sin público.
Un ego enorme para un pequeño hombre tuvo hasta que el sol de la verdad ilumino su mundo de fantasía.
Tamara, desde su paz recién ganada, ni siquiera mira atrás.
Al final iza su bandera blanca.
Paz.

domingo, 9 de noviembre de 2025

"Cazador de almas literarias "

Lorenzo es un hombre que ha crecido entre libros y así se ha educado.
Hoy profesor de letras retirado.
Es de esos mal llamados “bichos raros” que van leyendo en el colectivo.
No le importa leer en pdf o en papel mientras esté bien narrado con las palabras justas, una prosa muy fluida y corta en metáforas; Lorenzo se da por conforme.
A pesar de no ser conformista —y mucho menos en ese ámbito—, suele ser bastante crítico: antes de criticar lee dos veces y luego pobre de ti si eres el autor.
Trabajó de crítico literario un tiempo, pero era agotador tener que dar las notas todo el tiempo; algunos merecían otra oportunidad, pero la editorial lo quería implacable.
Y lo fue hasta que dejó de serlo. Era tarde: ya se había ganado el título de “Cazador de almas literarias” en la comunidad. Con eso a cuestas dejó todo y se dedicó a leer y buscar joyas entre libros usados en las librerías de todo el país.
Conseguir primeras ediciones o traducciones de autores extranjeros por autores argentinos era su deleite.
Un día entró a una librería como siempre lo hacía y compró una oferta de 3x2 en libros usados.
Entre ellos había un clásico de Antón Chéjov con una tierna dedicatoria de unas nietas a su abuela, La Galatea de Miguel de Cervantes y otro de poemas de Juan Gelman; todos tenían ese olor a libro viejo que tanto bien le hacía al alma a Lorenzo.
Era un pasatiempo costoso a veces, pero era tan satisfactorio que se había vuelto un vicio; su casa tenía una biblioteca llena a la cual ya había que expandir hacía mucho tiempo. Con las estanterías por armar se sintió levemente frustrado, mas tomó sus herramientas y puso manos a la obra.
Terminada la jornada se sentía cansado para leer, así que separó el libro de Chéjov para su librero especial —guardaba aparte los usados con dedicatorias, porque si a él no le hubieran regalado de niño un precioso libro de fábulas hoy no sería el hombre que era— y puso los demás en su vitrina de usados.
Quedaba uno.
Un volumen delgado, encuadernado en cuero gastado, sin título ni en la tapa.
Lo abrió sobre la mesa de la cocina, entre migas de pan y una taza de té frío.
Las páginas estaban en blanco.
Todas.
Casi doscientas hojas de papel verjurado, sin una sola marca.
Lorenzo pasó el dedo por el borde: nada.
Apretó el libro contra la luz: ni sombra de tinta.
Lo olió. Olía a papel nuevo, no a viejo.
Cerró la tapa.
La abrió otra vez.
Blanco.
Dejó el libro abierto y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, el libro ya no estaba en blanco.
Toda su vida estaba escrita allí, pero no era la suya.
Desde la primera página: Lorenzo tenía siete años y su abuela le regalaba el libro de fábulas, pero la abuela era otra, en otra ciudad, en otro año.
A los doce leía en el colectivo, pero el colectivo era otro, la calle era otra, la ciudad era otra. Entraba a la facultad con beca, pero la carrera era distinta, los compañeros eran otros. Publicaba su primera crítica, pero en otra revista, con otro nombre. La editorial lo hostigaba, pero él resistía y fundaba su propia editorial chica.
La biblioteca crecía, pero no en esa casa: era una librería propia, abierta al público y café.
Todo era distinto.
Hasta la oferta 3x2: la compraba, pero era él quien atendía detrás del mostrador.
La última línea decía: “Esta es la vida que podrías haber tenido si hubieras escrito en vez de solo leer. Si te hubieses revelado”
Lorenzo cerró el libro.
Lo abrió otra vez.
La historia seguía: Lorenzo abriendo su librería a las nueve de la mañana, recibiendo a los primeros clientes.
Dando talleres de escritura los jueves.
Publicando antologías con autores jóvenes.
Viajando a ferias del libro, no a cazar joyas, sino a presentar las suyas.
Todo con libros.
Los mismos libros, pero ahora eran suyos: editados, firmados, compartidos.
Cerró el libro.
Lo abrió.
En la última hoja, en blanco, apareció una sola frase: “Si querés esta vida aceptá"
Lorenzo tomó un bolígrafo y cuestionó
¿Quién eres?
El libro respondió:
Tu apodo.
Lorenzo hizo memoria, asintió con la cabeza y volvió a mirar el libro.
¿Sería diabólico?
¿Sería su imaginación?
Y su mente se llenó de serías... hasta que con mano temblorosa tomó la lapicera y
escribió una palabra: “Acepto.”
El libro se cerró solo.
Cuando lo abrió de nuevo, la primera página había cambiado.
Ahora empezaba: “Lorenzo es un hombre que siempre amó los libros y los gozó, pero un día decidió que también los escribiera.”
Y así, sin abandonar un solo volumen, su pasado se reescribió.
La biblioteca siguió llena.
Los libros usados siguieron llegando.
Pero ahora él era el autor, el editor, el librero.
Y el libro en blanco se convirtió en su primer manuscrito publicado.


Un libro cualquier libro amable lector te puede cambiar la vida.
No tan radicalmente como este "Cazador de almas literarias" pero puede.

domingo, 2 de noviembre de 2025

"Adiós constelación"

Aquí me encuentro después de haber dejado a Lira, acompañado de un vaso de whisky sin hielo en la penumbra de las luces de la ciudad.
¿Estoy triste?
Sí.
¿Estoy asombrado?
No.
Las preguntas y los sentimientos invaden mi ser, mas tengo certeza de haber hecho lo mejor para mí.
Rompí todas las cadenas que me ataban a ella; eran demasiado pesadas para cargarlas el resto de mi vida. Estuve, se podría decir, suspendido en un sueño criogénico que Lira creó para mí.
Me advirtieron sobre Lira, pero ella, su belleza única, sus ojos intrigantes, sus encantos femeninos, la idea de que fuera "la inalcanzable" para tantos la hicieron ver más hermosa a mis ojos, y más aún el
Lo había dejado sin un céntimo y con el corazón destrozado.
Otros solo soñaban con ella.
Una tarde, al caer el sol, desde un yacimiento en el sur del país la vi con mis ojos y sí: era más hermosa en persona, vestida de rojo con el pelo suelto, siendo acariciado por la brisa, caminaba como una diosa en un mundo de mortales a su servicio.
Era magnética y, si a eso le sumamos que soy cazador de mujeres hermosas...
Me alisté con mis mejores armas de seducción, bien vestido, peinado y con una cuantiosa suma en mi billetera. Me presenté a ella como lo que era y ahora debo volver a ser: un hombre, y no este despojo, esta alma saqueada que ella me ha dejado.
Al notar mi porte, Lira aceptó un trago que se volvió cena.
La cortejé casi a la antigua: flores y chocolates todos los días. Así logré lo que en ese momento creí mi victoria y fue una exorbitante derrota.
Recuerdo que yo tomaba sus manos y las acariciaba con las yemas de mis dedos.
Esas mismas manos que saqueaban mi billetera con arte.
Todo lo quería, desde ropa hasta propiedades, y se las di.
Me nubló el juicio el amor y la pasión. Mientras yo la enamoraba, ella planeaba cómo pasar de rosas a joyas y carteras.
Tan absorto en mi bella me encontraba que no me importaba darle el Mercedes y una extensión de mi tarjeta de crédito con tal de que a la noche fuera conmigo a la fiesta y todos sintieran envidia de mí, cuando a quien debían envidiar era a ella.
Lira gastaba la mitad del dinero; la otra la desaparecía.
Era tremenda con los números y, más aún, tan sensual en la intimidad... que no pude resistir arrodillarme ante ella, yo, el gran cazador de bellezas exóticas.
Me puse a su disposición veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, los doce meses del año por los años que estuviéramos juntos.
El tiempo no era inconveniente si ella se encontraba a mi lado.
Todo lo quería y casi vendo mi alma al diablo para extender el tiempo juntos.
Como medida de precaución, yo en ese momento lo vi como un acto de celos, me hizo cortar los lazos íntimos y no tan íntimos; solo laborales quedaron en mi agenda.
A nadie veía, solo a ella, a esa mujer constelación de ojos profundos y nocturnos, y era tan feliz, tan malditamente feliz, que ahora que he salido del embrujo no puedo odiarla.
Pero de mí no puede tener nada más.
Otro le tendrá que alcanzar el sol; yo no pude.
Otro será el que la ame, no por falta de coraje, sino por amor propio.
He renacido desde las cenizas del cigarrillo que nunca fumé; volveré a ser el cazador, jamás la presa.
Heme aquí, lleno de sentimientos encontrados, pero orgulloso de no ser quien le agache la cabeza a todos sus caprichos.
Lira pudo electrificar mi mente hasta hacerme pensar que mi vida solo dependía de su alegría, maldita mujer.
¿Qué artes oscuras manejó conmigo?
¿Qué pócima vertió en mis labios?
¿Qué elixir emanaba de su piel?
¿Qué ambrosía era ella?
Ese talle que rodeaba con mis brazos amorosamente mientras ella succionaba mi vida.
Sé que tomé la decisión correcta.
Acabé mi whisky y, con él, acabó todo. Pensé antes de dejarla en suicidarme; no lo haré. Esta alma debe volver a ser un alma libre y no un alma a medias.
Lira ha saqueado mi alma.
Lira prendió el fuego en mi alma y de un soplo lo extinguió, más aquí estoy, vivo.
Lleno de dudas, pero con una meta: renacer como un verdadero regalo de los dioses que soy.
Basta de soñar con aquella Lira y su piel de seda ;que era una constelación de virtudes y egoísmo que intentó llevarse mi humanidad.
Que otro la lleve al Cielo porque al Infierno la mandé yo.



                                          

                     

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