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lunes, 22 de septiembre de 2025

"Perseguida:el silencio"

 El silencio a veces me deja sorda.
Se apodera de mí; puedo estar horas y horas sin hablar, muda.
De pronto, mi instinto, como para no olvidar el sonido de mi voz, me hace hablar sobre la utópica vida imaginaria que llevo.
El espejo soporta la ardua tarea de escucharme.
Me persigue el silencio a mí, a quien llaman la verborrágica.
Me tomó de la mano y me cubrió de sombras; es un águila fiera y yo soy su presa.
Es entonces cuando recuerdo que no hay adónde ir, que el tiempo ya ha pasado y nadie me espera.
Qué es lo mismo levantarse o seguir durmiendo.
Las horas, los días pasan, y el silencio me atrapa.
Puedo escribir, pero cuesta pensar en otra cosa que no sea el dolor de lo que no se ha podido hacer.
El silencio de la masa anestesiada por pantallas que muestran la banalidad de un mundo hueco.
Y yo, acorralada en mi cabeza, con mi lengua que pesa.
Quisiera gritar y llorar al mismo tiempo, y que alguna mano tierna acariciara mi cabeza, pero no hay ninguna...
Solo hay un deseo que manifiesto a través de un espejo sin poderes mágicos.
Corro y huyó, y logró mantener una conversación, aunque sea trivial y esté llena de desilusiones.
Es un refugio, una cueva de realidad.
¡No estoy tan sola!
Ni tan acompañada.
Los años me han enseñado que mis limitaciones son reales si yo se lo permito.
Y les he permitido tanto...
Nadie pronuncia mi nombre, nadie tiende su mano para salvarme de esta persecución.
Estoy sola.
Paso agosto, extensión de un mes maldito.
Pero dejó su huella como todos los años ...
La luna ya es de poco consuelo.
Más en el fondo de mi pecho, un ruido se escucha
No es grande, pero es audible.
Es la voz que aún no calla, la que susurra que cada día es un cimiento nuevo.
Debo seguir construyendo. 
Con pasos tímidos al principio, pero míos.
El silencio no me define; es solo un compañero que me enseña a escuchar.
Y en ese escuchar, encuentro mi fuerza, mi nombre, mi mano que se extiende hacia mí misma y vuelvo a tener voz.
Un aullido fuerte y sin lástima.
Y tal vez si la suerte me acompaña algún día deje de estar perseguida...  













viernes, 19 de septiembre de 2025

"La tía de los malos regalos"

Gisela es la tía política de una gran familia. Es pareja de Nicolás, el menor de siete hermanos, cinco de los cuales se casaron y tuvieron hijos. Su suegra  con la cuál  se lleva bastante bien . Al principio, Gisela, que venía de una familia pequeña —solo ella, su hermano y sus padres—, se sintió feliz de ser aceptada en este numeroso clan. Pero pronto llegaron los cumpleaños, el Día del Niño, la Navidad... y con ellos, los primos. Fue entonces cuando Gisela descubrió que regalarle algo a cada uno era muy costoso. Gisela era extremadamente tacaña, y comprar esos juguetes le dolía en el alma. Su dinero era para ella, para sus gustos, y nadie más. Gastar en regalos para otros era una tortura, como si miles de agujas pincharan su corazón y su tacañería. Trabajaba para complacerse a sí misma, no para satisfacer a un montón de gente que, aunque quería, no merecía tanto amor material. Sin embargo, no regalar nada, especialmente a los niños, la haría quedar mal. El cariño que le tenían se desvanecería, y los chismes no tardarían en llegar. No había escapatoria: la familia política estaba rompiendo la cadena de su bolsillo. Decidió seguir comprando regalos, pero de menor precio. Un día, mientras pensaba dolorosamente en ello, tropezó y cayó de cara al asfalto. Al levantarse, se agarró de un barandal frente a una casa abandonada. La curiosidad la venció y, sin ninguna precaución, entró a explorar. Nunca le contó a nadie sobre esta excursión. El siguiente regalo que dio fue un oso de peluche recién lavado, pero sin una oreja, para una niña, presentado en una bolsa de marca. A su cuñado le regaló una blusa de mujer entallada, aunque él era varonil y musculoso. A su suegra le llenó los oídos con promesas de darle lo que siempre había querido, pero terminó llevándole unos borcegos desgastados y de un talle más pequeño. Así continuó: prometía cosas hermosas, pero entregaba regalos usados, viejos y pasados de moda, aunque siempre en bolsas de marca. Las cuñadas empezaron a reírse cuando llegaba, y los niños, con menos malicia, también. A una cuñada le regaló dos candelabros que, según ella, eran de plata, aunque estaban tan percudidos que era difícil creerlo. A una de las niñas mayores le dio un cuadro que se desarmó al colgarlo. 
Pronto, nadie esperaba sus regalos; de hecho, preferían no recibir nada.
 Las teorías en la familia eran variadas: algunos decían que compraba en tiendas de segunda mano, otros que buscaba en basureros o incluso que robaba de alguna caridad.
 Ninguna de estas teorías era cierta. la casa abandonada que Gisela descubrió años atrás se convirtió en su "shopping personal". Todo estaba cubierto de polvo: las camas, el piso, algunas telarañas... pero fantasmas no había. Lo que sí había eran cosas: ropa, cuadros, libros,juguetes, sábanas, pequeños muebles, decoraciones de vidrio, zapatos de dama y de niños, todo usado. Gisela tomó lo que le pareció útil y lo guardó en un armario en el sótano de su casa. 
"¡Gracias, Dios de los tacaños!", pensó.
 De ahí saca los regalos para toda su familia mientras seguía comprando cosas para sí misma. 
La familia sigue sin querer sus regalos y sin saber de dónde los saca la muy tacaña.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

"Lazo negro"

Perdón, pero yo no uso el lazo negro, jamás lo verán en mi perfil ni en nada mío.
No es que falte al respeto a los fallecidos.
Es que eso no me representa en nada, ni a ellos.
Están conmigo en mi corazón.
Los siento a mi lado, los amo como ayer. No pierdo la esperanza de juntarme con todos ellos algún día.
Tampoco visito los cementerios.
No creo que allí reposen más que sus cuerpos; allí son cenizas o restos humanos sin vida. En mi mente, serán eternos.
Lo primero que se olvida de los que se han ido es, la mayoría de las veces, su voz.
Y recordar que no escucho ni recuerdo la voz de tantos que han partido me duele, y no quiero explicarlo.
Todos los días alguien se va de nuestras vidas, y muchos otros se van sin pertenecernos. Pero todos los días muere gente y, a su vez, nacen niños.
Tampoco creo en la reencarnación, aunque a veces siento déjà vus tan intensos.
Soy otra cuando cierro los ojos.
Y me conozco a medias.
Pero estoy conforme así.
Hablando con mis fantasmas, aunque qué no daría yo por hablar veinte minutos con ciertas personas que ya no caminan en este plano.
Mi mente se hunde en un pozo lleno de fuego, nada sagrado, y termino llorando por lo que hice, lo que dejé de hacer y lo que me guardo.
Las estrellas son mi camino y la luna, mi guía, no un lazo negro.
Ya bastante que uso negro muy seguido; mi luto podría ser perpetuo y lo es en lo profundo de mi alma.
Allí, rodeando el corazón, se encuentra mi lazo negro, cubierto de sombras de amargo ardor de tristeza y alguna cadena que me ata a la desesperación y la soledad.
Como no puedo sacarlo, no lo puedo mostrar ni quiero. ¿Imaginan el tamaño de tal lazo? Cubre todo mi corazón y alma.
¿Para qué poner uno más visible?

"Cazador de almas literarias "

Lorenzo es un hombre que ha crecido entre libros y así se ha educado. Hoy profesor de letras retirado. Es de esos mal llamados “bichos raros...