Aquí me encuentro después de haber dejado a Lira, acompañado de un vaso de whisky sin hielo en la penumbra de las luces de la ciudad.
¿Estoy triste?
Sí.
¿Estoy asombrado?
No.
Las preguntas y los sentimientos invaden mi ser, mas tengo certeza de haber hecho lo mejor para mí.
Rompí todas las cadenas que me ataban a ella; eran demasiado pesadas para cargarlas el resto de mi vida. Estuve, se podría decir, suspendido en un sueño criogénico que Lira creó para mí.
Me advirtieron sobre Lira, pero ella, su belleza única, sus ojos intrigantes, sus encantos femeninos, la idea de que fuera "la inalcanzable" para tantos la hicieron ver más hermosa a mis ojos, y más aún el
Lo había dejado sin un céntimo y con el corazón destrozado.
Otros solo soñaban con ella.
Una tarde, al caer el sol, desde un yacimiento en el sur del país la vi con mis ojos y sí: era más hermosa en persona, vestida de rojo con el pelo suelto, siendo acariciado por la brisa, caminaba como una diosa en un mundo de mortales a su servicio.
Era magnética y, si a eso le sumamos que soy cazador de mujeres hermosas...
Me alisté con mis mejores armas de seducción, bien vestido, peinado y con una cuantiosa suma en mi billetera. Me presenté a ella como lo que era y ahora debo volver a ser: un hombre, y no este despojo, esta alma saqueada que ella me ha dejado.
Al notar mi porte, Lira aceptó un trago que se volvió cena.
La cortejé casi a la antigua: flores y chocolates todos los días. Así logré lo que en ese momento creí mi victoria y fue una exorbitante derrota.
Recuerdo que yo tomaba sus manos y las acariciaba con las yemas de mis dedos.
Esas mismas manos que saqueaban mi billetera con arte.
Todo lo quería, desde ropa hasta propiedades, y se las di.
Me nubló el juicio el amor y la pasión. Mientras yo la enamoraba, ella planeaba cómo pasar de rosas a joyas y carteras.
Tan absorto en mi bella me encontraba que no me importaba darle el Mercedes y una extensión de mi tarjeta de crédito con tal de que a la noche fuera conmigo a la fiesta y todos sintieran envidia de mí, cuando a quien debían envidiar era a ella.
Lira gastaba la mitad del dinero; la otra la desaparecía.
Era tremenda con los números y, más aún, tan sensual en la intimidad... que no pude resistir arrodillarme ante ella, yo, el gran cazador de bellezas exóticas.
Me puse a su disposición veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, los doce meses del año por los años que estuviéramos juntos.
El tiempo no era inconveniente si ella se encontraba a mi lado.
Todo lo quería y casi vendo mi alma al diablo para extender el tiempo juntos.
Como medida de precaución, yo en ese momento lo vi como un acto de celos, me hizo cortar los lazos íntimos y no tan íntimos; solo laborales quedaron en mi agenda.
A nadie veía, solo a ella, a esa mujer constelación de ojos profundos y nocturnos, y era tan feliz, tan malditamente feliz, que ahora que he salido del embrujo no puedo odiarla.
Pero de mí no puede tener nada más.
Otro le tendrá que alcanzar el sol; yo no pude.
Otro será el que la ame, no por falta de coraje, sino por amor propio.
He renacido desde las cenizas del cigarrillo que nunca fumé; volveré a ser el cazador, jamás la presa.
Heme aquí, lleno de sentimientos encontrados, pero orgulloso de no ser quien le agache la cabeza a todos sus caprichos.
Lira pudo electrificar mi mente hasta hacerme pensar que mi vida solo dependía de su alegría, maldita mujer.
¿Qué artes oscuras manejó conmigo?
¿Qué pócima vertió en mis labios?
¿Qué elixir emanaba de su piel?
¿Qué ambrosía era ella?
Ese talle que rodeaba con mis brazos amorosamente mientras ella succionaba mi vida.
Sé que tomé la decisión correcta.
Acabé mi whisky y, con él, acabó todo. Pensé antes de dejarla en suicidarme; no lo haré. Esta alma debe volver a ser un alma libre y no un alma a medias.
Lira ha saqueado mi alma.
Lira prendió el fuego en mi alma y de un soplo lo extinguió, más aquí estoy, vivo.
Lleno de dudas, pero con una meta: renacer como un verdadero regalo de los dioses que soy.
¿Estoy triste?
Sí.
¿Estoy asombrado?
No.
Las preguntas y los sentimientos invaden mi ser, mas tengo certeza de haber hecho lo mejor para mí.
Rompí todas las cadenas que me ataban a ella; eran demasiado pesadas para cargarlas el resto de mi vida. Estuve, se podría decir, suspendido en un sueño criogénico que Lira creó para mí.
Me advirtieron sobre Lira, pero ella, su belleza única, sus ojos intrigantes, sus encantos femeninos, la idea de que fuera "la inalcanzable" para tantos la hicieron ver más hermosa a mis ojos, y más aún el
Lo había dejado sin un céntimo y con el corazón destrozado.
Otros solo soñaban con ella.
Una tarde, al caer el sol, desde un yacimiento en el sur del país la vi con mis ojos y sí: era más hermosa en persona, vestida de rojo con el pelo suelto, siendo acariciado por la brisa, caminaba como una diosa en un mundo de mortales a su servicio.
Era magnética y, si a eso le sumamos que soy cazador de mujeres hermosas...
Me alisté con mis mejores armas de seducción, bien vestido, peinado y con una cuantiosa suma en mi billetera. Me presenté a ella como lo que era y ahora debo volver a ser: un hombre, y no este despojo, esta alma saqueada que ella me ha dejado.
Al notar mi porte, Lira aceptó un trago que se volvió cena.
La cortejé casi a la antigua: flores y chocolates todos los días. Así logré lo que en ese momento creí mi victoria y fue una exorbitante derrota.
Recuerdo que yo tomaba sus manos y las acariciaba con las yemas de mis dedos.
Esas mismas manos que saqueaban mi billetera con arte.
Todo lo quería, desde ropa hasta propiedades, y se las di.
Me nubló el juicio el amor y la pasión. Mientras yo la enamoraba, ella planeaba cómo pasar de rosas a joyas y carteras.
Tan absorto en mi bella me encontraba que no me importaba darle el Mercedes y una extensión de mi tarjeta de crédito con tal de que a la noche fuera conmigo a la fiesta y todos sintieran envidia de mí, cuando a quien debían envidiar era a ella.
Lira gastaba la mitad del dinero; la otra la desaparecía.
Era tremenda con los números y, más aún, tan sensual en la intimidad... que no pude resistir arrodillarme ante ella, yo, el gran cazador de bellezas exóticas.
Me puse a su disposición veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, los doce meses del año por los años que estuviéramos juntos.
El tiempo no era inconveniente si ella se encontraba a mi lado.
Todo lo quería y casi vendo mi alma al diablo para extender el tiempo juntos.
Como medida de precaución, yo en ese momento lo vi como un acto de celos, me hizo cortar los lazos íntimos y no tan íntimos; solo laborales quedaron en mi agenda.
A nadie veía, solo a ella, a esa mujer constelación de ojos profundos y nocturnos, y era tan feliz, tan malditamente feliz, que ahora que he salido del embrujo no puedo odiarla.
Pero de mí no puede tener nada más.
Otro le tendrá que alcanzar el sol; yo no pude.
Otro será el que la ame, no por falta de coraje, sino por amor propio.
He renacido desde las cenizas del cigarrillo que nunca fumé; volveré a ser el cazador, jamás la presa.
Heme aquí, lleno de sentimientos encontrados, pero orgulloso de no ser quien le agache la cabeza a todos sus caprichos.
Lira pudo electrificar mi mente hasta hacerme pensar que mi vida solo dependía de su alegría, maldita mujer.
¿Qué artes oscuras manejó conmigo?
¿Qué pócima vertió en mis labios?
¿Qué elixir emanaba de su piel?
¿Qué ambrosía era ella?
Ese talle que rodeaba con mis brazos amorosamente mientras ella succionaba mi vida.
Sé que tomé la decisión correcta.
Acabé mi whisky y, con él, acabó todo. Pensé antes de dejarla en suicidarme; no lo haré. Esta alma debe volver a ser un alma libre y no un alma a medias.
Lira ha saqueado mi alma.
Lira prendió el fuego en mi alma y de un soplo lo extinguió, más aquí estoy, vivo.
Lleno de dudas, pero con una meta: renacer como un verdadero regalo de los dioses que soy.
Basta de soñar con aquella Lira y su piel de seda ;que era una constelación de virtudes y egoísmo que intentó llevarse mi humanidad.
Que otro la lleve al Cielo porque al Infierno la mandé yo.
